donde se abren las puertas del cielo.

Las primeras iglesias que se construyeron en La Palma no datan del siglo XVI sino mucho antes de la propia existencia de Cristo. Las cumbres que contornean la Caldera de Taburiente son testigos mudos de la presencia de los primeros humanos que construyeron, al aire libre, unos amontonamientos de piedras de forma circular con un perímetro, en el mayor de los casos, de lajas hincadas en el suelo y rellenos de rocas y/o lajas de distintos tamaños. Se trata de sencillos recintos sagrados que suponen la primera manifestación arquitectónica religiosa de la isla de La Palma.
Los amontonamientos de piedras se dispersan aislados o agrupados configurando un sistema que rinde culto al Sol en el momento de la llegada del Nuevo Año (solsticio de invierno), justo en el mismo instante en que asoma, al amanecer, por los picos más elevados de las montañas de las cumbres de Garafía, Puntagorda, Tijarafe y Tenerife. Esta tradición ancestral de orientar los templos hacia los solsticios continuó hasta nuestros días. Las iglesias cristianas, no sólo las de la isla de La Palma, orientan su cabecera hacia el Sol naciente del verano y los pies hacia el Sol poniente del invierno.


Los axis mundi del pensamiento awara
(prehistoria de la isla de La Palma, Islas Canarias)

PROYECTO: "Iruene-La Palma"
LÍNEA DE INVESTIGACIÓN: Prehistoria de Posición Astronómica (PREPOAS)

amontonamientos de piedras

los awara buscaron la altura estableciendo un principio ideológico asociado a la topografía

los awara buscaron la altura estableciendo un principio ideológico asociado a la topografía
Amanece desde el amontonamiento de piedras de Cabeceras de Izcagua II, durante el solsticio de invierno, por Roque Chico (Puntagorda). Este es uno de los mejores ejemplos de comunicación con la montaña y el cosmos en una geografía sagrada
"Quienes tratan de interpretar símbolos en sí mismos miran la fuente de luz y dicen:"no veo nada". Pero la fuente de luz está ahí no para que se la mire a ella, sino para que se mire y vea lo que ella ilumina. E igual pasa con el simbolismo" (Dan Sperber).


Había una época que cuantos más yacimientos prehistóricos encontraba, menos entendía la cultura awara. Ahora que hemos abierto la puerta, cuantos más encontramos, más entendemos. Así de sencillo.

27/6/10

Lunasticio de verano desde el marcador lunisolar de Las Lajitas (Garafía)

Desde 2004 acudimos todos los años, en el momento del lunasticio de verano, para observar el orto lunar, por detrás de la montaña más alta de la isla de La Palma (2.426 m), desde el marcador lunisolar de Las Lajitas. La cita en 2010 fue el 26 de junio a las 22,37 minutos. El resultado lo podemos apreciar en las imágenes: Uno de los 18 amontonamientos de piedras

Espectacular orto lunar por detrás del Roque de Los Muchachos

23/3/10

equinoccio desde el marcador solar de Cabeceras de Izcagua

En la secuencia de imágenes podemos apreciar la aparición del Sol por detrás de la montaña más elevada de la isla de La Palma, el Roque de Los Muchachos, desde un amontonamiento de piedras que actua de eje o axis.
Ejemplo perfecto de religación entre el espacio (amontonamiento de piedras y Roque de Los Muchachos) y el tiempo (marcado por la aparición del Sol en el preciso instante equinoccial).
¿Casualidad? No, causalidad de un pueblo que de este modo ordenó su mundo, sacralizó la montaña y los astros del cielo.

14/9/09

¿Cómo marcaron el tiempo los awara?

Asociar la astronomía, entre otras ramas científicas, con los estudios clásicos de la arqueología, nos permitió sistematizar toda una gama de datos hasta obtener resultados mucho más exactos, básicamente por el uso de material de campo y soportes informáticos, realizando cálculos de ciertos fenómenos astronómicos sobre los restos prehispánicos (principalmente lunasticios, solsticios y equinoccios) y las referencias topográficas más destacadas en el terreno.
El hecho de que los mismos fenómenos astronómicos hayan sido contemplados por distintos grupos humanos, nos permite, al comparar estas diferentes miradas, aprender mucho sobre las sociedades que las originaron. Debido a su falta de tecnología y conocimientos científicos, las culturas primitivas confían en el control divino del universo. De este modo, la magia de las pinturas en la edad de las cavernas, expresión de un culto en la penumbra, dio paso a los cultos cósmicos en los que los movimientos de los astros son los que van a marcar las referencias para regularizar y compaginar los ciclos estacionales con el de los animales y las plantas. Entramos, de este modo, en una fusión triple que podemos denominar trilogía preaxial: hombres/naturaleza/cosmos. Es de sentido común aglutinar naturaleza y cosmos para dar carácter a la vida humana, pues en la visión del mundo indígena awara (antiguo habitante de la isla de La Palma) se mueven el cosmos, la naturaleza y el hombre como una unidad que gira alrededor del eje del cielo en el tiempo y el espacio. Esto es el principio básico de una religión cósmica.
Todas las civilizaciones del mundo, desde la más remota prehistoria hasta nuestros días, observaron maravillados el cielo y descubrieron fenómenos cíclicos como el movimiento de los planetas, cometas, la posición de las estrellas y galaxias. Suponían que lo que veían se conectaba directamente con su mundo y la naturaleza en todas sus formas de vida. Este aspecto práctico de la observación celeste se dio en forma paralela con la evolución de conceptos habituales que condujeron a la caracterización específica de deidades con ciertos cuerpos celestes. Miles de años de observación paciente y cuidadosa fueron necesarios para lograr la complejidad de conocimientos que luego fueron plasmados sobre el terreno.
Las distintas culturas han creado muchas maneras de medir el tiempo, valiéndose de tecnología específica. El mejor invento fue sin duda el calendario, utilizado para situarse en el tiempo, con dos variantes: el calendario solar que se computa por el ritmo del Sol, siendo propio de las culturas agrarias y el calendario lunar, regido por el ciclo de la Luna, más propio de los pueblos nómadas o ganaderos.
Los calendarios se inventaron originariamente con criterios más allá de la pura medición temporal, de la cronometría; simbolizaban una concepción totalizadora e instrumental del conocimiento, constituyendo parte esencial de la misma Creación Universal. Calendarios y astronomía forman parte y son expresión de un mismo proceso: el desarrollo histórico de la observación del cielo, el ciclo de las estaciones y la naturaleza; es decir, del cosmos, en el cual el hombre se ve inmerso y del cual se siente partícipe.
Para determinar si un monumento tiene un sentido calendárico-astronómico, tiene que encontrarse un vínculo entre su alineación espacial y el tránsito aparente del Sol, la Luna o las estrellas por la bóveda celeste. Es decir la arquitectura tiene que guardar un orden con el cielo. Las direcciones en el espacio tienen trascendencia universal. Las viejas sabidurías elaboraron calendarios adatados a su forma de ver y entender el tiempo. Se convirtieron en vitales, pues experimentaron el tiempo en el presente eterno, actualizado y renovado cada año.
En la isla de La Palma, los awara demarcaron las regiones del cosmos, procedieron, con los dioses, a establecer el punto de unión de las distintas partes del universo. Su cosmología tiene su máxima expresión a más de 2.100 m de altitud, en la base o perímetro cercano a la gran montaña sagrada: el Roque de Los Muchachos, eje del mundo y corazón referencial más sagrado en la tierra. Amontonamientos de piedras y grabados rupestres fueron los dos elementos usados para sacralizar los lugares elegidos. Para ello, construyeron unos 70 templos a modo de pequeños círculos de piedras en las cumbres que contornean el portentoso cráter de La Caldera de Taburiente, destacando, por encima del resto, dos marcadores del tiempo complementarios -separados 500 m de distancia- basados en los movimientos del Sol y la Luna:
1.- Marcador solar sencillo de Cabeceras de Izcagua donde se puede admirar la llegada de los solsticios de verano e invierno y los equinoccios mediante alineaciones de amontonamientos de piedras con la montaña y el Sol.
2.- Marcador lunisolar complejo de Las Lajitas, formado por 18 amontonamientos de piedras, desde donde se puede apreciar la salida del Sol por la misma cúspide del Roque de Los Muchachos en el solsticio de invierno y el arco que va dibujando, año tras año, la salida de la primera Luna del verano en un ciclo que se repite cada 18 años.
* Artículo publicado en el periódico La Voz de La Palma, 10-24 de septiembre.

26/5/09

de momias y cairns


Restos de círculos de piedras en el Norte de África
"De manera indirecta, las momias guanches, nativas de las Islas Canarias, fueron casi exterminadas en el siglo XV por los conquistadores españoles ¡en nombre de la fe cristiana! Algunas tribus se mantuvieron hasta el siglo XVII. Una de estas momias, guardada en un laboratorio de la Universidad de Cambridge, analizada por el profesor Anthon y un equipo multidisciplinar, reveló una estrecha relación entre los guanches y los egipcios (Documental británico Howard Reid (1999).
Nos encontramos ante un pueblo troglodita, cuyos rituales y técnicas de embalsamamiento de los muertos -relacionadas con la incisión abdominal de Egipto, la evisceración y el relleno, el depósito de ánforas, armas, herramientas de la vida cotidiana- sugiere unas relaciones de proximidad con la potencia de Egipto. Los investigadores de Cambridge fueron más lejos aún en su investigación determinándola como un eslabón perdido entre Egipto y las Islas Canarias. Se encuentran entre los bereberes del sur de Marruecos las mismas características: aldeas trogloditas iguales, sitio de entierro con idéntico embalsamamiento de los muertos, los lugares de ofrendas de leche a la diosa de la fertilidad.
Aún más sorprendente, habida cuenta de la exploración de una zona de largo conocido, la presencia de los pequeños Cairns escalonados, de piedra seca orientados al sol. Por último, los signos y la escritura circulares comunes a ambos pueblos constituyen un matiz sólido en la certeza de una estrecha relación de la cultura egipcia, bereber, guanche" (www.membres.lycos.fr/traditionrevelation/Archeologie).

13/1/09

Estrategia ritual arquitectónica para religar la montaña y el cosmos


“Lo más hermoso que podemos experimentar es lo misterioso” (Alber Einstein)

Uno de los grandes problemas metodológicos en la arqueología es determinar el significado religioso de un objeto. Generalmente, cualquier objeto o construcción que no alcanzamos a darle una explicación funcional económica o estética, la etiquetamos como religiosa.
Tradicionalmente, el materialismo histórico ha desechado el análisis y la reflexión de la religión prehistórica canaria. En los últimos años, sin embargo, las creencias religiosas de las sociedades prehistóricas se enfrentan a un creciente interés por parte de algunos arqueólogos e investigadores de Canarias que usan ampliamente las fuentes históricas y etnohistóricas, entre otras. Si hoy asumimos que la religión desempeña un papel importante en las sociedades modernas, imaginemos, por un momento, el protagonismo que alcanzó durante la prehistoria. ¿En qué medida los conceptos de la Ilustración y del cristianismo influyen en nuestra imaginación de las religiones de la prehistoria? La razón proclamada por nuestros antepasados ilustrados fue ciega en relación a esos sustratos religiosos, juzgados y fiscalizados como mera superstición en muchos casos.
Al encontrase en un callejón sin salida, es lógico pensar que gran parte de la prehistoria de Canarias debe ser reescrita, nuevamente reinterpretada. No podemos seguir comprendiendo antiguas ideologías religiosas con esquemas modernos de pensamiento. A modo de ejemplo, para nosotros una montaña no es más que una simple elevación natural del terreno de cierta consideración y, por supuesto, no contiene nada espiritual. Sin embargo, la veneración de las montañas juega un papel central en la cosmología y religión entre la mayoría de los pueblos antiguos del Planeta y, por su puesto, entre los awara como lo demuestran los primeros documentos etnohistóricos y los restos prehistóricos de altura. También destacamos que entre los beréberes actuales la veneración de montañas forma parte de un núcleo de creencias religiosas y concepciones cosmológicas tradicionales.
Los primeros textos etnohistóricos de Canarias recogen perfectamente los principales fundamentos de la sacralidad de la montaña, los astros y las estrellas del cielo. Así, en Fuerteventura “adoraban a un Dios, levantando las manos al cielo. Hacíanle sacrificios en las montañas, derramando leche de cabras con vasos que llaman gánigos, hechos de barro” (Abreu Galindo, siglo XVI).
En Gran Canaria ”tenían dos riscos muy altos, donde iban con procesiones en sus necesidades: el un risco se llama Tirmac, en el término de Gáldar, y el otro risco se llamaba Umiaya, en Tirahana, que dicen los Riscos Blancos ,término de Telde; y quien juraba por Tirmac o por Umiaya, se había de cumplir, por ser juramento grave. Adoraban a Dios alzando las manos juntas al cielo.
Cuando faltaban los temporales, iban en procesión, con varas en las manos, y las magadas con vasos de leche y manteca y ramos de palmas. Iban a estas montañas, y allí derramaban la manteca y leche, y hacían danzas y bailes y cantaban endechas en torno de un peñasco; y de allí iban a la mar y daban con las varas en la mar, en el agua, dando todos juntos una gran grita. No tenían distinción en los días del año, ni meses, más que con las lunas”
(Abreu Galindo).
En La Palma "... y en tierra, en la cumbre de las montañas llamadas Tedote; y encima de ésta hacían sus sacrificios de leche y manteca" (Leonardo Torriani, siglo XVI).
Entre los awara comprobamos, por sus restos, la existencia de una estrategia sistemática de dominación ritual mediante la edificación, en sitios trascendentes, de amontonamientos de piedras, acompañados de numerosos grabados rupestres. Hay una trama indiscernible de pensamientos y sueños que conecta con otras tramas y se relaciona con texturas de distinta índole y de distintas naturalezas.
Estas estructuras ceremoniales comunales fueron intencionalmente construidas en una estrecha asociación física y simbólica con las montañas y el primer Sol del Año. El lugar predilecto se encuentra entre el Morro de La Cebolla (Barlovento) y Pico Palmero (Tijarafe), aunque los espacios más emblemáticos se localizan en el actual término municipal de Garafía. Un foco secundario comprende las cumbres de Santa Cruz de La Palma: Barranquera Abierta, Los Roques y Pico Corralejo, ventanas privilegiadas para observar la espectacularidad de las montañas de la isla de Tenerife.

Un monumento excepcional como es un amontonamiento de piedras, emplazado a más de 2.000 m de altitud ¿a qué referencia responde? ¿Por qué se encuentra en este lugar y no en otro? ¿Al no existir en cotas bajas, la altura tiene algo que ver? ¿Qué atracción representaba la topografía y el cosmos? En estos sitios, el atributo referente al concepto sagrado no podemos separarlo del significado religioso. Entonces, ¿podemos hacer una reflexión sobre lo que los awara pensaban a través de sus restos pétreos?
En lo más alto de nuestra geografía, a menudo los estudios arqueológicos se olvidan de las primeras construcciones arquitectónicas, perdiendo una enorme información a cerca del espacio y el impacto en el espectador a través de metáforas visuales como son las montañas, los propios amontonamientos de piedras y los grabados rupestres (símbolos geométricos) asociados como parte de un sistema con varios niveles de ideas cosmológica. Los ejes de orientación están ligados a una cosmología en un lugar asombroso.

“Ciertamente, la sacralidad de un sitio puede depender, en buena medida, de su propio aspecto, pero para que podamos hablar de un santuario no es suficiente que el lugar en sí sea o parezca "sagrado", sino que hace falta algo más. En último término esta aproximación deja en manos del individuo o, mejor, de la comunidad, la elección del lugar en el que va a rendir culto a sus dioses, aun cuando la propia naturaleza "oriente" esta elección; esta forma de ver parece, en último término más acertada que la que algunos autores han venido propugnando a lo largo del tiempo y que puede resumirse con la frase de Blázquez: "la situación de los lugares sagrados no se fija según las reglas de elección de las ciudades, sino en función de condiciones naturales particularmente favorables a la manifestación de lo sagrado" (Adolfo J.Domínguez, www.ffil.uam.es/antigua/piberica/santuarios/santuario1.htm).

7/1/09

La montaña y el cosmos en la concepción religiosa awara


“La configuración de los territorios indígenas obedece a la reconstrucción del espacio
sagrado desde donde se generan sus políticas y sus comportamientos”
(Jair Zapata, indígena arhuaco).

¿Existen imágenes o lugares portadores de un significado religioso? Las huellas de cuantiosos elementos religiosos dejadas sobre el terreno lo confirman. Hasta el momento, las descripciones de los aspectos formales y aparentes es lo único que han hecho los arqueólogos, evidentemente limitados por sus métodos de trabajo. Y cuando han intentado dar una explicación a su presencia lo han relacionado exclusivamente con las estrategias de subsistencia de la población. Por ejemplo, la división política insular, el abandono de algunas cuevas en determinados momentos, la reducción o el abandono de la práctica de grabar piedras y otros cambios “son explicados solamente a través de determinaciones medioambientales, como una crisis climática o un aumento de la presión demográfica, que provocan un desequilibrio entre recursos y población” (F. Pérez Caamaño, 2007).
La incapacidad de esta arqueología para acercarse, si quiera, a la ideología de estas personas, los ha obligado a especular sin demostración con datos arqueológicos, por lo que cualquier afirmación siempre es de tipo generalista. Es un tema inabordable por la arqueología que proyecta nuestra manera desacralizada de entender un sitio alto, pues nuestro pensamiento moderno no tiene espacio para procurar un sentido religioso a una montaña, aunque sí a una iglesia o a un cementerio (por tradición cultural cristiana).
Hemos tenido la suerte de hablar directamente con un indígena de origen quechua y nunca nos habíamos imaginado la cantidad tan profusa de repertorio sagrado que contiene una montaña. Ya se que los Andes no es el Roque de Los Muchachos, pero la idea, el concepto de altura y sacralidad es equivalente. Para la forma de pensar del hombre antiguo, la orografía de la montaña, ya de por sí, es característico, encima, la carga de sentido más profundo al ser sede de algo sagrado. La eficacia simbólica debe ser manifiesta de alguna manera.
El pensamiento de los pueblos indígenas es necesario entenderlo de manera sistémica, como unidad, no como partes que explican situaciones, sino como procesos continuos y coherentes unidos por un cordón umbilical al pensamiento ancestral, desde donde se explican la concepción del espacio y el territorio sagrado. El espacio sagrado tiene por efecto destacar un territorio del medio cósmico circundante y de hacerlo diferente, estos espacios se revisten de signos, códigos y lenguajes que indican la sacralidad del lugar, la orientación, las formas… y los procesos de comunicación que mantienen con otros espacios sagrados, los cuales proveen el equilibrio necesario para la subsistencia de los individuos o grupos. Así, el territorio sagrado constituye la lógica que las distintas comunidades adoptan para la construcción y simbolización de su entorno (Jair Zapata Torres, www.alberdi.de/ESPACIO%20%20Y%20TERRITORIO%20SAGRADO-Jair,actu,02.06.07.pdf).
Este tema es verdaderamente inagotable, ya que los atributos tradicionales de la montaña son innumerables y cada uno de ellos necesitaría de un repertorio de comentarios y precisiones infinito. La montaña sagrada es un símbolo con carácter universal: se halla en la base de las tradiciones religiosas de las principales culturas del mundo. Ha sido considerada históricamente el centro del mundo, un lugar de revelación o de oración, la residencia de los dioses, el ombligo, el lugar donde el hombre puede conectar con los dioses. En cualquier caso, es una de las más importantes manifestaciones de lo divino. La montaña es un sitio misterioso; en su cima, en medio del silencio y la soledad, se experimenta el sobrecogimiento de lo infinito y lo trascendente.
Muchas son las religiones que tienen una montaña santa donde fue creado el mundo, donde habitan los dioses, donde se les rinde tributo, donde el cielo se une con la tierra. Quizás por eso, la montaña aparece como el primer santuario y primer altar. Constituye un espacio sagrado, el cual puede estar o no acompañado de un templo. En cualquier caso, la montaña es en sí misma un símbolo del templo, del mismo modo que el templo, cuando se expresa como un amontonamiento de piedras (entre otras formas arquitectónicas), simboliza la montaña sagrada.
¿Qué tipo de contacto practicaron los awara con la montaña? ¿Qué características de las montañas fueron importantes? ¿Podemos considerar las montañas como lugares sagrados? ¿Qué tipo de respuestas se pueden obtener sobre la base del registro arqueológico? ¿Por los restos encontrados, podemos considerarlas lugares de culto?
A excepción de los aprovechamientos ganaderos de los pastizales de alta montaña, nadie ha explicado el carácter sagrado de las montañas de la isla de La Palma durante la prehistoria.
Algunos parecen que todavía viven en la más tierna infancia y no saben que nuestros ancestros, con una visión diferente por supuesto, tuvieron una insaciable curiosidad por las estrellas del cielo, reconocieron el poder organizativo del cosmos y articularon el espacio (en puntos concretos de la montaña) y el tiempo (por la posición del Sol, los planetas, las estrellas y la Luna), creando su propio calendario. Este conocimiento astronómico estaba, obviamente, centrado en el Sol como punto de referencia que regía todas las actividades humanas.
Nuevamente, Jair Zapata Torres nos desvela que el Sol es el gran tejedor de vida, que irradia conocimientos a través de su movimientos (equinoccio y solsticio) determinando los rumbos y los mundos, el arriba y el abajo, la luz y la oscuridad, como relaciones complementarias que tejen un sistema operativo ordenador de espacios comunitarios en que la cruz multidimensional toma importancia en la explicación del centro y el entorno como relaciones intrínsecamente ligadas a la construcción de un pensamiento sistémico que ordena el territorio a partir del un punto como centro del universo y desde allí se relacionan con otros puntos que engendran las redes de la unidad.
El santuario está siempre situado en el centro del mundo y es concebido como tal. Los awara establecieron axis eligiendo una forma de construcción sagrada mediante piedras amontonadas, después de establecer un perímetro de lajas o rocas grandes y luego rellenar de tierra, lajas y rocas más pequeñas para construir sus santuarios sagrados. Fueron acompañados de miles de símbolos sagrados (grabados rupestres) tallados en la piedra. Todos estos templos representan una geometría sagrada que tiene por objeto proporcionar un modelo del cosmos convirtiéndose en lugares de poder, en verdaderas ventanas abiertas para celebrar, como hemos podido comprobar, la llegada del Nuevo Año durante el solsticio de invierno.
Ahora el espacio está ordenado al incorporar al elemento natural (la montaña, el Sol y la Luna), elementos artificiales (los amontonamientos de piedras y los petroglifos) que dan sentido a la construcción de los conceptos de territorio, allí donde el pensamiento y la acción se encuentran intrínsecamente unidos. Es así como los sistemas constructivos responde a un diálogo entre el hombre, la naturaleza y las deidades, como espejo y reflejo del cosmos.

5/1/09

Amontonamiento de Barranquera Abierta (Santa Cruz de La Palma)


Se sitúa en el extremo norte en lo alto de una pequeña meseta, a 2.110 de altitud, en la cabecera de Barranquera Abierta. El amontonamiento se dispuso sobre una plataforma de grandes rocas en la que destaca una piedra vertical de más de 1 m de tamaño, desde donde parte la acumulación de rocas de distintos grosores. Al adaptarse a la disposición de la base, adquiere una forma casi ovoide.
Es un amontonamiento de grandes dimensiones, las piedras más grandes forman el perímetro de unos 11 m, el diámetro es de unos 4 m y la altura supera 1 m. Una parte aparece derrumbada. El relleno, unas 300 rocas, tienen dimensiones más pequeñas.
El Sol, durante el amanecer del solsticio de invierno, aparece exactamente por detrás de la silueta del sombrero de Chasna (isla de Tenerife).

24/12/08

La tradición bereber del Ennayer: Año Nuevo awara


Para entender el presente, tratando de atravesar la oscuridad de su futuro, el hombre debe reconstituir en la medida de lo posible su pasado.
La religión bereber contiene tradiciones animistas, la práctica de la magia y la adivinación, muy extendida en los círculos populares. Sigue siendo en general muy comprometida con el culto de las manifestaciones de la naturaleza,, celebraciones y ceremonias dedicadas al agua (por ejemplo la celebración de Anzar, dios de la lluvia.). Las montañas son consideradas como los templos de los dioses y espíritus, cuevas, manantiales, árboles, lugares de peregrinación temporal siguen siendo frecuente hoy en día.
El académico D. Vicente García de Diego, en su Diccionario de Voces Naturales, destaca el papel dominante de la onomatopeya, en los diferentes idiomas, en la raíz de los vocablos, en especial los relacionados con los entes y fenómenos naturales. La raíz K-R-K recuerda, por un lado, el ruido de rotura de un objeto duro y, por otro, el golpe entre objetos duros, de donde viene el significado de dureza, fuerza o cubierta dura que se rompe con “crujido”.
En el norte de África, el verbo ZKO -izka, ur izké ad Izko- significa en lengua bereber tanto construir como enterrar e ikerkar (plural akerkour), es un amontonamiento de piedras sagrado que sirvió para marcar la ubicación de los primeros entierros en el Sáhara. En algunos lugares se convirtieron en monumentos funerarios reales, y no estamos refiriéndonos a Egipto.
“Después de días de caminata a través de la montaña, el desierto de Jbel Sarho en Marruecos, subí una noche a la cumbre más alta, donde encontré Cairns de todas las formas y tamaños esparcido. Tres días más tarde, un nómada me explicó que se trataba de un lugar santo de peregrinación a la que debe hacerse una vez al año… Unos meses más tarde encontré otro de esto lugares, por así decirlo, aislados santuarios, en la parte superior de una de las más duras montañas del Alto Atlas, Jbel Anghomar. El ascenso es difícil… En la cumbre, azotada por el viento y con una amplia vista sobre el Sáhara y el Alto Atlas, era una masa de Cairns, “kerkours" como la llaman los bereberes” (findarticles.com/p/articles/mi_m1310/is_1997_May/ai_19557182/pg_2).
Estas poblaciones preislámicas también construyeron este tipo de amontonamientos para celebrar el amanecer de los dos solsticios, la puerta de Ennaïr en diciembre y Ansara en junio. Este culto solar está unido al agua, la tierra y la Madre (Ma, Amma, Yemi, Imma, Omma, Ummu). Las formas, según la religión y el idioma original, permanecen en la Kabila: Aman , Imin, Imma "madre".
“Sigue vivo en muchas partes del mundo, en concreto, entre las tribus bereberes del noroeste de África, ver el sol nuevo -Año Nuevo- desde las montañas o Cairns. Yennayer / ennayer (Año Nuevo bereber) significa la renovación o el despertar de la naturaleza después de su sueño. J. Servier utiliza el evocador nombre de la puerta del año, aunque el término se utiliza normalmente sólo en el singular para indicar el periodo del solsticio de invierno. Los equinoccios también lo celebraban los bereberes con fiestas y oraciones dirigidas a los numerosos dioses de la naturaleza” (fr.wikipedia.org/wiki/Calendrier_berbère). El mes de yennayer está marcado por el regreso a la tierra de los muertos y el desempeño de la fuerza de la fecundidad.

“Todos los pueblos de la antigüedad y todas las civilizaciones antiguas tenían su propio calendario… si nuestros antepasados tenían sus pies en el suelo, tenían encima de la cabeza las estrellas. Pasaban las noches contemplando esos miles de millones de pequeños puntos brillantes en el cielo. Notaron también el cambio en el aspecto de la luna y durante el día, veían el movimiento del sol y el cambio de tiempo. Luego comenzó a contar los días, meses y estaciones del año. Con el fin de comprender estos fenómenos astronómicos, sobre todo en un deseo de controlar el tiempo, es donde nacen los calendarios” (lapetitehistoiredanslagrande.blog.ca/2005/08/25/yennayer_et_les_calendriers~141491).
El bereber de antaño, usaba como base de su conocimiento, dos calendarios: el primero referido al ciclo regular de la vegetación que más tarde, se asoció al otro de los hitos celestiales, siguiendo el ritmo del movimiento de las estrellas. Su funcionamiento nos ha enseñado que hay dos "puertas del Año": uno que inicia el período agrario (anebdu), se fijó para el 13 de agosto del calendario gregoriano (1 de agosto del calendario juliano), cuya marca celestial obligada es el momento de la aparición de Sirius (estrella de la constelación Canis Major ). El otro llamado "tabburt u segwas" (la puerta de todo el año) el primer día "amenzu n yennayer" se celebra anualmente por toda la nación bereber.
Así que el momento más importante del año es el Solsticio de invierno (Yennayer), que se retraza unos días para dar comienzo al nuevo calendario agrícola. “es una oportunidad para hacer balance de un año que termina y la preparación de un otro que comienza. La oportunidad es especialmente propicia para la renovación de las fuerzas espirituales, mediante los ritos y el sacrificio expiatorio del hambre y la miseria, y atraer una gran cantidad de alimentos. Hoy en día, ese objetivo sigue para apoyar la celebración de la fiesta, aunque las formas varían de una región a otra. La práctica de otros ritos, siempre motivados por la búsqueda de la fecundidad, se asocia con la ceremonia de anuncio de la felicidad y la prosperidad” (www.lejourdalgerie.com/Editions/120108/Rubriques/Culture.htm)
En la isla de La Palma los calendarios prehispánicos -lunisolar de Las Lajitas y solar de Cabeceras de Izacagua- tienen estructuras artificiales (amontonamientos de piedras) que imitan la montaña y se relacionan directamente con la cumbre más alta, el sagrado Roque de Los Muchachos, para marcar el tiempo.
Elevar piedras amontonadas hacia el cielo sigue siendo un misterio para nuestros ojos modernos; sin embargo, los awara marcaron sus axis uniendo la montaña con el Sol en el preciso instante de la llegada del Nuevo Año (solsticio de invierno).

Que felicidad tan grande se puede sentir cuando revelamos, después de 500 años oculto, el mayor de los secretos del pueblo awara. Y esto no es nada, lo elemental está ahí fuera, en cada uno de los yacimientos prehistóricos.

23/12/08

Amontonamiento de la degollada del Barranco de Los Hombres (Barlovento)

El amontonamiento de piedras se encuentra a unos pocos metros del abismo de La Caldera de Taburiente, en frente del Bejenado, lugar privilegiado para admirar sus impresionantes riscos. El hecho de que el camino de cumbre pase pegado a la estructura demuestra la extracción de piedras para señalar la ruta. Por ello, se encuentra bastante alterado, casi vaciado en el interior y con rocas que están fuera del perímetro.
Su construcción se realizó levantando un círculo de piedras de unos 8 m de perímetro, 3 m de diámetro y una altura de 0,50 m. El interior tiene una base de tierra, piedras pequeñas y otra capa de pedruscos de mayores dimensiones.
Desde el amontonamiento podemos observar, en el momento de la salida del Sol durante el solsticio de invierno, como amaga con aparecer, durante unos minutos, por lo más alto de un roque que se encuentra a unos 100 m de distancia y, sin embargo, el rayo de luz explosiona por la esquina inferior, marcando el final del trayecto sur del recorrido solar. El amontonamiento de piedras comienza a iluminarse por la esquina norte y se va llenando de luz en su desplazamiento hacia el extremo sur.

22/12/08

Amontonamiento Tabladitos I (Barlovento)


Se situa sobre un morro, a 2.040 m de altitud, donde el Lomo de Gallegos (Barlovento) se estrecha, en la transición del bosque de pinar con el codesar de cumbre. Una ventana privilegiada para observar la silueta de la isla de Tenerife y su majestuoso Teide.
El amontonamiento está bastante afectado por las obras de la pista forestal; gran parte de sus piedras fueron aprovechadas para construir un muro, que recientemente fue derribado para pasar una tubería de agua. La limpieza del lomo para establecer un cortafuegos entulló parte del amontonamiento.
Lo que queda presenta un diámetro de 3 m, un perímetro que supera los 8 m y una altura de 0,5 m. Se conserva la base de piedras del perímetro, el interior de tierra y piedras pequeñas a las que se superponen otras de mayores demensiones.
Actualmente contiene un grabado rupestre meandriforme mal conservado y dos restos cerámicos de las Fases III y IVa.
Es otro caso de amontonamiento de piedras que se orienta, durante el amanecer durante el solsticio de invierno, con el Teide.


Amontonamiento Tabladitos II (Barlovento)

Se encuentra sobre un amplio rellano dominado por el codesar situado en el sitio de Tabladitos, a 2.100 m, en los altos del municipio de Barlovento. Curiosamente se asienta en el margen izquierdo del amplio lomo, muy cerca de la pista forestal de Gallegos.
El amontonamiento está hecho de grandes piedras, las mayores forman el perímetro exterior. La base interior contiene tierra y piedras muy pequeñas, se superponen rocas de tamaño grande y medio. Poco más de cien piedras componen este amontonamiento que mide unos 3 m de diámetro y 0,80 m de altura.
Para ver la salida del Sol en el solticio de invierno por detrás del Teide debemos elevarnos por encima de un espeso manto de matorral de codeso.

Amontonamiento Barranco del Cedro II (Garafía)

Para llegar a este lugar debemos iniciar el descenso por la misma cabecera del barranco, por un lomo que nos lleva a la zona de La Mata (Garafía). Las vistas son espectaculares. El amontonamiento de piedras se encuentra en lo alto de un morro, a 1.975 m de altitud. La cara oeste aparece derrumbada, aunque se conserva la base del perímetro de 6,5 m, formado por ocho grandes rocas. Sobre este cuerpo se añadió un relleno de piedras pequeñas y encima otras rocas y lajas mayores. Da la sensación de que fuera reconstruido históricamente tan sólo la mitad del amontonamiento, compuesto de unas cincuenta piedras. La alineación solsticial de invierno viene marcada por la aparición del Sol por detrás de una muesca que rompe la monotomía del terreno situado en el lomo de Cumbre Vieja.



Amontonamiento Barranco del Cedro I (Garafía)

Se localiza justo sobre un pequeño resalte rocoso al borde de la caída que marca el inicio del Barranco del Cedro (Garafía), a 2.055 m de altitud. Con un perímetro de unos 5 m, un diámetro de 2,5 m y una altura de 1 m, está compuesto por una base de piedras grandes sobre las que se van superponiendo más de cincuenta rocas y algunas lajas algo más pequeñas. Desde su localización se puede admirar como el Sol del invierno surge por el pico noreste de Fuente Nueva, zona totalmente alterada por las construcciones del IAC.



2/7/08

amontonamientos de piedras: los pilares cósmicos del espacio y del tiempo

Visitar con asiduidad las montañas nos llena de felicidad, andar entre enmarañados codesares, recorrer palmo a palmo cada rincón de las cumbres sin rastro de ningún sendero, como una aventura que sucede y recrea una atmósfera de intriga sobre un espacio sobrecogedor. Sólo entonces nos dimos cuenta que la respuesta a lo que buscábamos estaba a nuestro alrededor, en las piedras, en el paisaje (las montañas) y en el azul profundo del cielo, en el lugar donde la tierra convive con el cielo. Una realidad natural silenciosa que nos muestra algo diferente a la que no estamos acostumbrados en nuestro ajetreado y ruidoso mundo. Es como si experimentáramos el tiempo pasado en el presente.
La cima de la montaña es el lugar preciso para quedarse largas horas sentado sobre una roca y observar la inmensidad de la naturaleza. Es el lugar apropiado para encontrarse con lo básico de la vida, lo ves todo desde arriba y te das cuenta que lo demás es pequeño. Por eso, nos envuelve con su extraordinario paisaje que deslumbra los sentidos al contener un halo espiritual y sagrado que irradia.
Igualmente, contemplar conjuntos de piedras apiladas hasta formar pequeños montículos de pedruscos pequeños y grandes, rocas y lajas, acompañados de símbolos tallados en las rocas, representa una realidad que transmuta en sobrenatural. Perfecto lugar para observar todo lo que ocurre a nuestro alrededor, tanto en la tierra como en el cielo. Lugares sagrados que se identifican para enseñarnos una parte importante de un pensamiento antiguo que aun perdura entre sus restos. Se conocen más de sesenta y se engranan en el terreno en perfecta armonía con el simbolismo de la cosmovisión awara; esto es, replicar la montaña cósmica. ¿Pueden estas piedras revelar sus secretos? No cabe duda que existió siempre una estrecha asociación entre los rituales humanos, las formas de las montañas y los edificios. Una sincronía de acontecimientos simultáneos interrelacionados intencionadamente. Cada sitio presenta una configuración particular que se basa en la relación entre las formas que son producto de la naturaleza y las que son productos de la mano del hombre y, por consiguiente, aún siendo tan modestos, los amontonamientos de piedras son activos y destacados centros ceremoniales.
Insistiremos en nuestro objetivo de relacionar las formas arquitectónicas con las formaciones sociales y el manejo del espacio desde aquellos mecanismos simbólicos que permiten convertir una estructura en monumento en el paisaje y perpetuar con ello un discurso de poder encaminado a la definición de territorios. Se observa la realidad conforme a unas referencias fijas. La arquitectura cobra entonces una tridimensionalidad tanto utilitaria como simbólica y se convierte en recurso a la vez espacial y temporal.
Todo está en su sitio para dar forma a un sistema bien planeado que se perpetúa como las verdaderas puertas de los cielos a través de la montaña como referencia topográfica en la Tierra y el Sol como referencia cósmica en el cielo. Forman un encadenamiento de concepciones imágenes cosmológicas (axis mundi) bien articuladas que vinculan la tierra con el cielo.
Esto nos demuestra muchas cosas, entre otras, que la existencia humana sólo es posible gracias a esa comunicación permanente con la altura porque se sitúan en los lugares más elevados y próximos al cielo. A pesar de que la arqueología se ha desatendido de estas construcciones, ahora si que estamos en disposición de comprender e interpretar su existencia hasta enraizarnos en esta tierra, en los corazones y en las miradas intencionadas de aquellos hombres que buscaron en el cielo la respuesta de su existencia. Los símbolos grabados en las piedras se unen a la sacralidad del espacio

La comprensión de cómo se comporta el cielo es, para una cultura primigenia, una forma de culto. Una expresión de este culto consistió en poner toda obra humana en concordia con los principios de orden natural espacial y temporal derivados del movimiento de los astros. Para el observador de la naturaleza resulta obvio que la única manera de establecer direcciones definitivas en el paisaje es a través del cielo. Siempre se mantiene una perpetua necesidad primaria que es la de viajar en el espacio para acercarse al cosmos, donde moran sus dioses, y en el tiempo a través de sus antepasados.
Pues bien, no hay mayor naturalidad en la esencia de la religiosidad que adorar el Sol cuyo regalo más precioso para el ser humano es la calidez necesaria para la vida y el reciclaje constante de las estaciones (del tiempo). La vida siempre se renueva. Existen unos momentos claves del año (solsticios y/o equinoccios) que deben ser celebrados. Por encima de todo, se trataba de momentos relevantes y revelantes. El ser humano repite de muchas formas el momento de la creación del mundo a partir de puntos o santuarios establecidos. Celebra la llegada del Año Nuevo como una reactualización de la cosmogonía, implica la reanudación del tiempo en sus comienzos.Si nos situamos en cualquiera de esos amontonamientos de piedras que se distribuyen por la geografía sagrada de las cumbres de la Caldera de Taburiente (espacio) en el mágico instante en que asoma el primer rayo de Sol durante el solsticio de invierno (tiempo), solo entonces comprobaremos la sorprendente relación que se establece entre el amontonamiento de piedras, el pico más elevado del entorno y el Sol. La alineación la marca la propia montaña o el grupo de amontonamientos que van al encuentro del Sol para anunciar la llegada del Nuevo Año. El amontonamiento del Llano de Las Ánimas vigila la llegada del Nuevo Año en el momento del orto solar por la cúspide de la montaña de La Ensillada.

18/6/08

amanece durante el solsticio de verano en Cabeceras de Izcagua


El video muestra el mágico momento de la aparición del Sol en línea con un grabado rupestre (en primer plano), un amontonamiento de piedras (en segundo plano) y el Sol. Al final de las imágenes se puede observar como el petroglifo se va iluminando progresivamente.

Música de Pedro Guerra

28/5/08

Calendario lunisolar o solilunar de Las Lajitas

“El que quiera llegar a nuevas orillas tiene que tener el valor de abandonar las anteriores”
La prehistoria no juega a esconderse, sutilmente nos desvela las claves del pasado mediante detalles que se exponen a la vista de aquellos que se atreven, sin miedos ni prejuicios, a enfrentarse a sus secretos; eso si, con el fundamento que supone una investigación experimentada, que va más allá de lo accidental y lo anecdótico.
En Canarias, como en el resto del mundo, hemos pecado de asumir, sin contrastación, interpretaciones del registro en el ámbito controvertido de la religión. En este tema ha habido poca rigurosidad en la investigación, pues en el fondo los materialistas rechazan hablar de espiritualidad. Lo más que se ha hecho es la descripción de los objetos (lo tangible) sin interesarse lo suficiente por su contexto sociocultural.
Los postulados clásicos nos han hecho creer que un pueblo de incultos pastores no iba más allá de su mundo relacionado con la ganadería, poseedores de una tecnología muy pobre y unas creencias sencillas. Pues nada más lejos de la realidad. La ciencia en aquellos momentos era algo inseparable de lo sagrado. Así que, el sentido de la vida, el modelo cultural, los hábitos, las normas sociales y la concepción del mundo, reflejo de la religión, se nos está desvelando de una manera asombrosa y compleja.
El humano tiene costumbres muy feas; una de ellas es atacar o ignorar lo que no entiende, sin analizar el fondo del problema. Nos da miedo de reconocer nuestra ignorancia y afrontar que, ante algo que podemos ver y tocar, no tengamos respuestas. Las rocas nos han enseñan cosas que nunca se aprenderán de los maestros de la ciencia.
Para empezar nos debemos situar en la misma base del pico más alto de la isla de La Palma (Roque de Los Muchachos, 2.424 m de altitud). El paisaje nos sobrecoge ante tanta omnipresencia de la montaña y al espectáculo lumínico del más espectacular de los cielos. Paisaje que cambia de día y de noche, entre las diferentes estaciones. Llegar hasta allí es llegar simbólicamente al cielo. Ese cielo, siempre misteriosos, que encierra los secretos más trascendentales de la humanidad. Los astros y estrellas fueron adorados como dioses de un nivel superior, como expresión de los principios divinos que, por cierto, han sobrevivido a las grandes civilizaciones y otros pueblos de la antigüedad.
Los calendarios se inventaron originariamente con criterios más allá de la pura medición temporal, de la cronometría; el calendario simbolizaba una concepción totalizadora e instrumental del Conocimiento, constituyendo parte esencial de la misma Creación Universal. Expresaban la ciencia de los ritmos y los ciclos, y como tales constituían el núcleo de todas las manifestaciones culturales y privadas, el eje de la vida de los pueblos y las personas, las que articulaban su existencia en su entorno.
Asimismo, el tiempo es medida –que siempre supone un espacio–, módulo y proporción que vincula las distintas partes del cosmos y por eso un elemento de unión entre ellas, pero sobre todo es la ley, que al cumplirse indefectiblemente hace posible todo esto, en cuanto se advierte que su presencia, manifestada por el movimiento, obedece a pautas y ritmos periódicos que ligan a los seres, los fenómenos y las cosas entre sí. Si el tiempo es sumamente sagrado para una sociedad tradicional, también lo es el calendario, miniatura e imagen del cosmos.
En antiguas entradas a este blog hemos descrito el santuario prehistórico más importante de La Palma, compuesto por 18 y ½ amontonamientos de piedras y más de 80 grabados rupestres sobre soportes fijos y piedras sueltas dentro del espacio cultual que hoy está vallado para su protección. No debemos sorprendernos de la “coincidencia” del número de amontonamientos y el ciclo de la Luna (18,6 años).
Nuestra intención en este artículo es destacar el enorme valor de lo que supone la construcción de un complejo marcador astronómico lunisolar o solilunar por un grupo de beréberes, en principio poco preparados para un conocimiento tan elevado, lo cual demuestra un enorme progreso cultural.
El tiempo se puede computar con tres tipos de calendarios: solar, lunar y solilunar.
. El calendario solar se basaba en el ciclo de un año que necesita la Tierra para dar una vuelta completa alrededor del Sol. De acuerdo con la ciencia moderna, un año está compuesto de 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos.
. El lunar toma como base el período de Luna. Según la ciencia moderna, un mes dura 29 días, 12 horas, 14 minutos y 3 segundos. Para una mayor facilidad en los cálculos, entonces se determinaron meses de 30 ó 29 días, y 12 meses al año.
. El solilunar, el más complejo de todos. Según Mark_Swean (www.celtiberia.net/articulo.asp?id=2305), requiere la combinación de ambos caracteres: el lunar para establecer unos cambios “rápidos” y el solar para otro tipo de cambios mas lentos y precisos, si bien plantea un dilema: ¿Porqué mantener un calendario “lunar” dentro del solar, si con el solar nos basta para determinar fechas mas o menos precisas? El autor apuesta, con gran acierto, por un motivo religioso. Es lógico que los calendarios lunares precedan a los solares, siendo estos últimos indicadores de un régimen sedentario y mucho más solidificado, lo cual desemboca por un proceso cíclico en la construcción en piedra de grandes centros, así como un conocimiento regular y cada vez más fijado y preciso de las grandes leyes cósmicas, a las que los pueblos nómades perciben de manera intuitiva y directa. Sin embargo, es preciso advertir que estos dos sistemas regidos por diferentes calendarios coexisten y se interrelacionan en el seno de las sociedades que los utilizan, conformando un calendario solilunar, como de hecho sucede y ha sucedido a lo largo de la historia.
Calendarios combinados solares/lunares existen en algunas partes del mundo y La Palma es uno de esos lugares. Esto supone el manejo de las matemáticas y la astronomía. Ahora contamos con un interesante conjunto de evidencias que indican una cierta sofisticación cultural. Mediante sus construcciones, los awara han atribuido un sentido de lo sagrado al paisaje y al cielo; así mismo, tallaron las rocas, realizaron cazoletas y canales que se comunican, y decoraron las piedras con arte rupestre asociados a los principales eventos astronómicos a modo de establecimiento de puntos con la Luna y el Sol en los momentos clave de sus ciclos, lo que supone un alto grado de avance.
Nuestro calendario gregoriano occidental es exclusivamente solar. El calendario de nuestros antepasados awara era más complejo, solar y solilunar, consistente en meses exactamente correspondientes a los ciclos y años lunares, que se mantienen más o menos sincronizados con los años estacionales. La estructura del calendario depende de las horas exactas de ciertos acontecimientos astronómicos, concretamente la salida de la primera Lunas llena (el lunasticio de verano) y el solsticio de invierno por detrás del Roque de Los Muchachos. La hora del solsticio de invierno, cuando los días son más cortos, es el momento de uno de los principales acontecimientos del año para los pueblos prehistóricos en muchos lugares del mundo. La importancia de esta fecha del año (y la temporada de festejos y/o rituales que los acompañaban) es difícil de apreciar para la mente moderna.

23/4/08

Marcador solar de Cabeceras de Izcagua (Garafía, La Palma)

Esta entrada es parte de un trabajo más amplio de próxima publicación. Se trata de un artículo publicado en el periódico Canarias7, el martes 22 de abril de 2008.
Los postulados clásicos nos han hecho creer que un pueblo de incultos pastores con cuatro cabras no sobrepasaba su mundo relacionado con la ganadería, poseedores de una tecnología muy pobre y unas creencias sencillas. Pues nada más lejos de la realidad. Desde "Amón-Ra" hasta "Abora", el culto al Sol es uno de los más antiguos y el más extendido que conoce la humanidad. El mismo Sol que adoraron las primeras civilizaciones del Próximo Oriente y Egipto es el que también adoraron las poblaciones norteafricanas, las mediterráneas y las culturas prehispánicas canarias. Con estos esquemas culturales y las prácticas rituales mirando al cielo llegaron a las islas Canarias los pobladores bereberes con diferentes marcas identitarias y con los nombres de la divinidad solar que derivaron en Acorán, Achamán, Orahan o Abora, todos variantes de una misma raíz ancestral.
Ahora conocemos sus santuarios, sus símbolos y, lo más importante, hacia donde se dirigían sus construcciones. El sustrato religioso awara y canario en general se nos empieza a manifestar por medio de una religión relacionada con el ciclo del año; esto es, una representación a nivel cosmológico de las creencias en el ciclo del nacimiento, vida y muerte.
En una de las prospecciones que realizamos en las cumbres de La Palma, concretamente el 31 de diciembre de 1994, después de sortear el tremendo obstáculo del matorral de codeso, nos topamos con el territorio sagrado de Cabeceras de Izcagua. Pensábamos que ya no quedaban lugares como este sin descubrir, por lo que nos sorprendió enormemente. A partir de 2005 iniciamos un seguimiento del yacimiento desde diversos puntos de vistas o campos de investigación, dando como resultado el descubrimiento de un observatorio y marcador astronómico solar que pudimos confirmar durante el seguimiento que realizamos en los dos años siguientes. El pasado jueves 20 de marzo concluimos nuestro trabajo.
El tiempo es una de nuestras mayores obsesiones, rige nuestro mundo y nuestras vidas. Una de las formas de ordenar o medirlo es a partir de la observación de fenómenos astronómicos, buscando regularidades en su manifestación, es decir, procesos cíclicos que nuestros ancestros advirtieron para establecer sus calendarios. Estos representan una manera evolucionada de observación celeste, que hace posible hacer corresponder los periodos de los astros con los de la sociedad y así organizar toda actividad civil y religiosa. Las sociedades antiguas encontraban una conexión estrecha entre lo que sucedía en el cielo y lo que acontecía en la tierra, y por ello el desarrollo de la religión y de las mitologías antiguas está íntimamente ligado a los fenómenos astronómicos.
El complejo de Cabeceras de Izcagua, en las cumbres del término municipal de Garafía, se encuentra en el margen derecho del Barranco de Izcagua, a 2.140 m s n m, recorrido por varias coladas volcánicas y dominado por el codesar. Se construyeron 5 amontonamientos de piedras y se tallaron más de 80 grabados rupestres sobre soporte fijo y sobre lajas sueltas, en los que predominan los motivos meandriformes. Es el espacio de cumbre de mayor concentración de petroglifos junto con el entorno de Las Lajitas. También existe una cabaña histórica, hemos encontrado cinco fragmentos cerámicos, tres de ellos decorados correspondientes a las fases II, IIId, IVa, y dos sin decorar. Asimismo, en la parte superior del complejo aparecieron cinco gabros pequeños procedentes del interior de La Caldera de Taburiente, destacados por sus llamativos colores naranjas, marrones y blancos, sin que sepamos su verdadera utilidad.
Cabeceras de Izcagua es una de esas zonas que se convirtió en territorio sagrado cargado de significaciones simbólicas y sirvió como Modelo Originario para la cosmovisión awara, el lugar donde se pueden abrir las puertas del cielo. Por su complejidad y originalidad, por su rareza o escasez, debemos considerarlo como uno de los acaecimientos más importantes del mundo prehispánico.
Se trata de un verdadero “reloj cósmico”, práctico calendario solar, que está construido de forma planificada. Los majanos tienen un rasgo común de situación: siguen la posición del orto solar sobre el relieve montañoso. El momento mágico lo marca el amanecer, cuando el Sol asoma por la montaña, observado desde unos sitios previamente escogidos. Estos lugares se fijaron por medio de estructuras arquitectónicas a modo piramidal. Son tan sólo unos segundos de extrema belleza cromática que envuelve el ambiente. Fueron utilizados por los awara como un marcador astronómico y un lugar de culto al Sol.
Alineación de un petroglifo y un amontonamiento de piedras para marcar el momento de la llegada del solsticio de verano
El marcador solar parte de un grabado rupestre (“la piedra del verano”) que registra la aparición del Sol del verano, de tal manera que es preciso ubicar un amontonamiento de piedras (nº 2) como eje que se ajuste a las tres trayectorias. El petroglifo presenta una sola cara inclinada hacia el NE (70º L.N.). Mide unos 44 cm de largo por 34 cm de ancho. El motivo tallado abarca prácticamente toda la superficie, combina un círculo con una espiral en la parte inferior, meandros en la zona central y un remate superior circuliforme. Es todo un símbolo de representación cosmomórfica. Tres amontonamientos siguen una alineación perfecta con el lugar por donde asoma el sol durante el día del solsticio de invierno
El solsticio de invierno viene marcado por un alineamiento de 3 amontonamientos de piedras (nº 1, nº 2 y nº 4) que coinciden con la salida del Astro Rey sobre una vaguada en la topografía cercana a La Crespa (Garafía). Dos amontonamientos de piedras se alinean con el Roque de Los Muchachos para marcar el momento del equinoccio
Los equinoccios se establecen mediante el alineamiento de los amontonamientos de piedras nº 2 y nº 3 con la montaña por donde salen los soles de primavera y otoño. ¿Saben cuál es esa montaña de referencia? Nada más y nada menos que el Roque de Los Muchachos. Así mismo, el amontonamiento nº 4 fue construido como axis -eje- tanto para marcar la dirección del solsticio de invierno como para establecer con total y absoluta precisión el punto exacto desde donde se aprecia la salida del Sol en los equinoccios por el punto central que culmina el Roque de Los Muchachos.
Representación esquemática del complejo cultual y marcador astronómico de Cabeceras de Izcagua